Con orgullo y admiración se trabaja
El caballo y la carreta son el sustento de una lucha por sobre vivir
A pesar de las humillaciones y atropellos, el Churrito del barrio se acostumbró a andar por las calles bogotanas
Por: Luisa Pulgarín
Una mirada tranquila, un rostro con ganas de salir adelante es lo que identifica al “churrito del barrio” Guillermo Buitrago, esta alrededor de los 28 años de edad, con cejas pobladas, tez blanca y mediana estatura. Este hombre habita un lugar, donde se encuentra tan solo un aparte de la realidad de nuestro país: “Colombia”. Colombianita para colmo, es el nombre del barrio, un lugar poco visitado y con pocos recursos económicos, o por lo menos no tan normales por lo establecido.
Los carreteros, no tienen identificación como clase trabajadora y social, son atropellados continuamente con humillaciones, y a su vez vivir durante largas jornadas de trabajo con las inclemencias del tiempo. La ubicación del barrio que habitan se encuentra en la carrera 30 con calle 19, en pleno corazón de la zona industrial, con la compañía del ruido y el humo, ejemplos de contaminación que no solo los afectan a ellos, sino a todos los citadinos.
Guillermo Buitrago, no le da pena donde vive, pues a pesar de que su casa no tiene las comodidades de un penhause en el Parque de la 93, tampoco se queja de las comodidades que tiene su hogar como: agua, luz y un techo que lo favorece en los días de lluvia con la compañía de su familia, su esposa y sus cinco hijos sin dejar de mencionar a “Faraón” o “Putin” su caballo, su más fiel amigo que no lo dejaría votado ni por unas zanahorias.
Buitrago, es un líder dentro de la comunidad de “la colombianita”, el tiene la labor de “llevar el bastón” a la hora de dirigir la junta de acción comunal, en donde se habla de lo que se puede hacer por el barrio, pues a pesar de que esta lleno de: tablas, cuerdas, trapos, en sí objetos que para un consumista no tiene el mismo valor, como de quienes viven del reciclaje, a propósito de estar en pleno calentamiento global.
El reciclaje se vuelve cotidianidad, para los niños, mujeres, hombres, que ejercen o dependen de este oficio, es por eso que una de las hijas de Guillermo puede bailar con el ritmo del reggaeton, por medio de su equipo de sonido, o talvez ver todas las mañanas sus muñequitos favoritos, o ver el noticiero como habito familiar, en donde hablan continuamente de lo mal que esta el trafico en Bogotá, y del “mal” que le hacen a la sociedad lo zorreros como vulgarmente lo dice la gente, por ignorante.
Es por eso que esta comunidad, no es bien vista dentro de los demás estratos sociales, porque a pesar de pagar sus servicios públicos tras un convenio con la empresas públicas, los catalogan de estrato cero, ¿es qué acaso no se ven en un espejo, en ocasiones ellos tienen más dinero en un diario que uno mismo? Trabajan independientemente, a una sociedad acostumbrada a lo privatizado, a lo estandarizado.
Pero esta problemática se ve, se palpa, se huele (cuando pasa un caballo haciendo lo inevitable) y no se hace nada al respecto ni para ayudar, ni para parar; es que esto no solo esta en manos del alcalde o tal ves del ministro de transporte o los que les competen, esto “problemas” por que no lo son. Mientras los hijos del presidente les quitan el poco empleo que tienen por querer privatizar todo. No creo que esa sea la forma de ayudar y contrarrestar el desempleo.
Pero esto, no son dificultades para una familia hecha de hierro, que a pesar del frío de las madrugadas, por la neblina, son capaz de mantener a sus familias, están ahí, luchándola, guerreándola; con su carreta, y lo poco o mucho que saben de lo que es el reciclaje y del cuidado de su caballo, más que su materia prima, es su empresa.
Eso es lo que no ve la gente común y corriente, que hay formas de ganarse la vida de forma correcta, sin robarle ni pedirle a nadie, nada a cambio, pero que el vestido hace la persona, o por lo menos muchos piensan así, pienso que si no hubiera tanta indiferencia y corrupción no pasaría lo que le pasan alas familias de la colombianita, y es particular de la familia e Guillermo, un hombre que ha sabido jugársela en la adversidad de lo que es vivir en Bogotá, sin rumbo, sin un camino.
Las costumbres y el que dirán ha matado, ojala no se acabe esta subcultura que da ejemplo del trabajo duro, pero honrado en una Colombia llena de Colombianitas no solo detrás de Carrefour de la 30, si no en todo el país.
El caballo y la carreta son el sustento de una lucha por sobre vivir
A pesar de las humillaciones y atropellos, el Churrito del barrio se acostumbró a andar por las calles bogotanas
Por: Luisa Pulgarín
Una mirada tranquila, un rostro con ganas de salir adelante es lo que identifica al “churrito del barrio” Guillermo Buitrago, esta alrededor de los 28 años de edad, con cejas pobladas, tez blanca y mediana estatura. Este hombre habita un lugar, donde se encuentra tan solo un aparte de la realidad de nuestro país: “Colombia”. Colombianita para colmo, es el nombre del barrio, un lugar poco visitado y con pocos recursos económicos, o por lo menos no tan normales por lo establecido.
Los carreteros, no tienen identificación como clase trabajadora y social, son atropellados continuamente con humillaciones, y a su vez vivir durante largas jornadas de trabajo con las inclemencias del tiempo. La ubicación del barrio que habitan se encuentra en la carrera 30 con calle 19, en pleno corazón de la zona industrial, con la compañía del ruido y el humo, ejemplos de contaminación que no solo los afectan a ellos, sino a todos los citadinos.
Guillermo Buitrago, no le da pena donde vive, pues a pesar de que su casa no tiene las comodidades de un penhause en el Parque de la 93, tampoco se queja de las comodidades que tiene su hogar como: agua, luz y un techo que lo favorece en los días de lluvia con la compañía de su familia, su esposa y sus cinco hijos sin dejar de mencionar a “Faraón” o “Putin” su caballo, su más fiel amigo que no lo dejaría votado ni por unas zanahorias.
Buitrago, es un líder dentro de la comunidad de “la colombianita”, el tiene la labor de “llevar el bastón” a la hora de dirigir la junta de acción comunal, en donde se habla de lo que se puede hacer por el barrio, pues a pesar de que esta lleno de: tablas, cuerdas, trapos, en sí objetos que para un consumista no tiene el mismo valor, como de quienes viven del reciclaje, a propósito de estar en pleno calentamiento global.
El reciclaje se vuelve cotidianidad, para los niños, mujeres, hombres, que ejercen o dependen de este oficio, es por eso que una de las hijas de Guillermo puede bailar con el ritmo del reggaeton, por medio de su equipo de sonido, o talvez ver todas las mañanas sus muñequitos favoritos, o ver el noticiero como habito familiar, en donde hablan continuamente de lo mal que esta el trafico en Bogotá, y del “mal” que le hacen a la sociedad lo zorreros como vulgarmente lo dice la gente, por ignorante.
Es por eso que esta comunidad, no es bien vista dentro de los demás estratos sociales, porque a pesar de pagar sus servicios públicos tras un convenio con la empresas públicas, los catalogan de estrato cero, ¿es qué acaso no se ven en un espejo, en ocasiones ellos tienen más dinero en un diario que uno mismo? Trabajan independientemente, a una sociedad acostumbrada a lo privatizado, a lo estandarizado.
Pero esta problemática se ve, se palpa, se huele (cuando pasa un caballo haciendo lo inevitable) y no se hace nada al respecto ni para ayudar, ni para parar; es que esto no solo esta en manos del alcalde o tal ves del ministro de transporte o los que les competen, esto “problemas” por que no lo son. Mientras los hijos del presidente les quitan el poco empleo que tienen por querer privatizar todo. No creo que esa sea la forma de ayudar y contrarrestar el desempleo.
Pero esto, no son dificultades para una familia hecha de hierro, que a pesar del frío de las madrugadas, por la neblina, son capaz de mantener a sus familias, están ahí, luchándola, guerreándola; con su carreta, y lo poco o mucho que saben de lo que es el reciclaje y del cuidado de su caballo, más que su materia prima, es su empresa.
Eso es lo que no ve la gente común y corriente, que hay formas de ganarse la vida de forma correcta, sin robarle ni pedirle a nadie, nada a cambio, pero que el vestido hace la persona, o por lo menos muchos piensan así, pienso que si no hubiera tanta indiferencia y corrupción no pasaría lo que le pasan alas familias de la colombianita, y es particular de la familia e Guillermo, un hombre que ha sabido jugársela en la adversidad de lo que es vivir en Bogotá, sin rumbo, sin un camino.
Las costumbres y el que dirán ha matado, ojala no se acabe esta subcultura que da ejemplo del trabajo duro, pero honrado en una Colombia llena de Colombianitas no solo detrás de Carrefour de la 30, si no en todo el país.